viernes, 25 de marzo de 2011

SIRENAS, ¿Mito o realidad?

Sirenas en la historia y la mitología
 EXTRACCION DEL TEXTO SIRENAS MITO O REALIDAD DE HORACIO VELMONT. GRUPO NELRON DE ORIENTACION Y SERVICIO.WWW,GRUPOELRON.ORG/INDEX.HTM
Están relacionadas con la visualización que han hecho los antiguos marinos en distintos océanos, pero debido a que los relatos de Homero se interpretaron como historias ficticias, las sirenas fueron tomadas como personajes mitológicos.
Esto es lo que se dice de ellas en el artículo LOS ELEMENTALES:
Innumerables son los habitantes de las aguas, especies animales y vegetales aún desconocidas, y lo mismo ocurre con seres feéricos y legendarios. Las sirenas son, entre ellos, los más conocidos. Les siguen en popularidad las ondinas y las ninfas. 

 

Quizás algunos hayan oído hablar de las mujeres-foca, de las hadas lavanderas o de las náyades.
Las sirenas eran el equivalente a las ninfas pero en el mar pues residían en la zona de Sicilia cerca del cabo Pelore. Sus padres fueron Calíope y el río Aquelao, según unas versiones y Forcis o Gea, según otras. El número exacto de ellas no está totalmente claro, hay quien afirma que eran tres, pero también se dice que fueron cinco e, incluso ocho. 

 

El cuerpo de las sirenas, a pesar de que vivían en los océanos y de lo que tradicionalmente se ha representado, estaba formado por un cuerpo de ave y un rostro de mujer, por lo tanto, no tenían aletas, sino alas. Las sirenas detentaban una voz de inmensa dulzura y musicalidad y se prodigaban en cantos cada vez que un barco se les acercaba, por lo que los marineros, encantados por sus sonidos, cuando no podían huir de ellas se arrojaban al mar para oírlas mejor pereciendo irremediablemente. Sin embargo, si un hombre era capaz de oírlas sin sentirse atraído por ellas una de las sirenas debería morir. Fue esto lo que propició el héroe Odiseo, más conocido como Ulises. Cuando Odiseo estaba viajando en barco en una de sus muchas hazañas halló a las sirenas y para evitar su influjo ordenó a sus tripulantes, según consejo de Circe, que se taparan los oídos con cera para no poder escucharlas mientras que él se ató al mástil del barco con los oídos descubiertos. De esta forma, ninguno de sus marineros sufrió daño porque no oyeron música alguna mientras que Odiseo, a pesar de que había implorado una y otra vez que lo soltaran se mantuvo junto al poste y pudo deleitarse con su música sin peligro alguno. En consecuencia, una de las sirenas tuvo que perecer y esta suerte le sobrevino a la sirena llamada Parténope. Una vez muerta las olas la lanzaron hasta la playa y allí fue enterrada con múltiples honores. En su sepulcro se instaló después un templo. El templo se convirtió en pueblo, y finalmente el lugar donde fue enterrada esta sirena se transformó en la próspera Nápoles, llamada antiguamente Parténope. También existe otra leyenda acerca de las sirenas que afirma que los Argonautas también sobrevivieron a su influjo porque Orfeo, que les acompañaba, cantó tan maravillosamente que anuló completamente su seductora voz.

  EL ORIGEN DE LAS SIRENAS
Difícil es dilucidar el verdadero origen de las sirenas. Dejando a un lado a las antiguas sirenas con forma de mujeres-ave, se dice que la primera mujer-pez conocida fue Atargatis, la diosa de la luna, protectora de la fecundidad y el amor. Atargatis, perseguida por Mopsos, se sumergió en el lago Ascalón con su hijo, y se salvó gracias a su cola de pez. Esta leyenda se confunde con la de la diosa siria Derceto, que también se arrojó a las aguas del mismo lago, después de matar a uno de sus sacerdotes y abandonar a la hija de ambos en el desierto. Derceto recibió la cola de pez como símbolo de su pecado, y su hija, criada por las palomas, se convirtió en Semíramis, reina de Babilonia.
También puede encontrarse una semejanza con las sirenas en la diosa Afrodita, hija del semen de Zeus convertido en espuma de mar, que fue diosa del amor y protectora de los marinos. Su espejo ha sido heredado por toda la estirpe de sirenas.
Para buena parte de los sabios griegos, sin embargo, las sirenas tienen por padre a Aqueloo, un río personificado en figura de hombre con cola de pez. En cuanto a la madre, la confusión crece: puede ser la diosa de la memoria, o alguna de sus hijas, las musas. Quizá las sirenas sean hijas de la Elocuencia, de la Danza, de laTragedia o de la Música. Hasta podrían ser hijas de Ceto, la ballena.

 

OCEANIDAS Y NEREIDAS
El dios Océano y su hermana Tetis tuvieron trescientas hijas, las Oceánidas, que luego se extendieron por todos los mares y los abismos marinos. Una de ellas, Dóride, fué madre de otras cincuenta ninfas de agua, las Nereidas, llamadas así en honor a su padre Nereo, de la raza de los Viejos del Mar, creada también por Océano y Tetis.
Las Nereidas habitan en el Mar Mediterráneo, y cada una de ellas representa una de las formas de este mar. Por ejemplo, Talía es la sirena verde, y Glaucea, la azul. Dinamenea simboliza el vaivén de las olas, y Cimodaré, la calma. Una de las Nereidas, Anfitrite, fue amante de Poseidón y madre de los Tritones. Las Nereidas protegían a los barcos, y no cantaban para atraer a los marinos, sino para complacer a su padre. Los antiguos describieron a las Nereidas con el cuerpo cubierto de escamas y formas de pez. A partir de aquí, el mito de la Sirena fue creciendo por todo el mundo como las ondas en la superficie calma del agua...

 

SIRENAS HISTÓRICAS
Hasta en los mapas del Renacimiento podía leerse la frase “Hic sunt sirenae” (Aquí están las sirenas) escrita en medio de las áreas destinadas a los océanos. El hombre que surcó el Atlántico, Cristóbal Colón, también asegura que él y sus hombres las vieron, aunque no tan bellas como cuentan las historias. Muchas crónicas de reyes refieren la existencia de sirenas capturadas, y aún cercanos nuestros días navegantes y exploradores relatan encuentros con mujeres marinas, como una que apareció en la Antártida en 1823 u otra en las Bahamas en 1869. La primera tenía los cabellos verdes, la segunda, azules. Sin ir más lejos, en Liérganes, municipio español, existió un hombre-pez, y circulan rumores de otro ser de estas características en el río Ebro.

SIRENAS, CANCIONES Y LEYENDAS
 "Encantan a los mortales que se les acercan. ¡Pero es bien loco el que se detiene para escuchar sus cantos! Nunca volverá a ver a su mujer ni a sus hijos, pues con sus voces de lirio las sirenas lo encantan, mientras que la ribera vecina está llena de osamentas blanqueadas y de restos humanos de carnes corrompidas..." Este texto escrito hace 2.800 años es probablemente el origen de la más antigua y conocida de las leyendas: las sirenas que atraen a los marinos con sus voces mágicas, y hacen encallar los barcos y ahogarse los tripulantes. Homero lo imaginó así, y así nos lo contó en La Odisea.
Las páginas de muchos otros libros se han nutrido de los seres de las aguas, y las leyendas, como ríos de la memoria de la Humanidad, han permanecido hasta nuestros días.
 Ulises y las Sirenas
Las sirenas son personajes mitológicos cuyo canto embrujador llevaba a los marinos a la perdición. Sus métodos de seducción variaban de un relato a otro, pero todas ejercían una atracción sin parangón sobre los navegantes.

El primer testimonio acerca de la aparición de sirenas se remonta a La Odisea de Hornero, que relata las aventuras tumultuosas del héroe griego Ulises, durante su largo viaje de regreso a Itaca, después de la guerra de Troya. Las sirenas de la época no son esos seres mitad mujer, mitad pez, que las leyendas más modernas retuvieron, sino unas aves con cabeza y pecho de mujer.
Un canto melodioso e irresistible
En la mitología griega, las sirenas viven en una isla del Mediterráneo. Su canto es tan bello que los marinos que las escuchan no pueden resistírseles y dirigen sus naves contra los arrecifes. Los supervivientes son asesinados sin piedad. Cuando Ulises abandona la morada de la hechicera Circe, sabe que debe pasar cerca de la isla de las sirenas. Siguiendo los consejos de la hechicera, el astuto héroe recurre a una estratagema que le permitirá oír y no obstante salvar la nave y a sus compañeros. Tapa los oídos de sus hombres con cera después de haberles pedido ser fuertemente atado al mástil. Así podrá saciar su curiosidad escuchando el canto de las sirenas, sin ceder a su encantamiento.
Este canto se revela melodioso y desgarrador, y está colmado de bellas promesas. Ulises les grita a sus compañeros que lo desaten, pero por supuesto éstos permanecen sordos a sus gritos. Finalmente, el barco pasa y los héroes escapan al funesto destino de tantos otros marinos. 

 
 
Sin embargo, Ulises no es el único en enfrentarse a las sirenas. El poeta mítico Orfeo, que acompaña a Jasón en búsqueda del vellocino de oro, logra también resistir a su fatal encanto. En el instante en que Jasón y sus hombres, los argonautas, atraídos por las melodiosas voces, cambian de rumbo y se dirigen peligrosamente hacia los arrecifes de la isla, Orfeo toma su lira y entona un canto tan sublime que cubre las melopeas de las sirenas y salva a los marinos, arrancándolos de su mortal contemplación.

 

¿Quiénes son las sirenas?
Las sirenas de la época homérica son tres hermanas, hijas del dios río Aquelloo y de la musa de la poesía Calíope. Lidia toca la flauta, Fartenopea la lira y Leucosea lee los textos y los cantos. Antiguas compañeras de Perséfo-ne, hija de Zeus y de Deméter, raptada por Hades, el dios de los Infiernos, pidieron a los dioses que les otorgaran alas para poder salvar a la joven y traerla de vuelta sobre la tierra. Según otra versión, deben su apariencia a Deméter, que quiso castigarlas por haber sido negligentes en el cuidado de su hija. Su nombre proviene del término latino siren, que a su vez proviene del griego seirén, de la palabra seim, lazo, cuerda, recordando sin duda el poder cautivador de las sirenas.

 

Mujeres-pájaro, luego mujeres-pez
La apariencia física de las sirenas evolucionó. En época griega, eran representadas como seres alados, con cara humana y cuerpo de ave como lo prueban diferentes vasijas griegas antiguas. Su transformación en criaturas mitad mujer, mitad pez, con la parte inferior recubierta de escamas, se remonta al parecer a la Edad Media y a las leyendas celtas y germánicas.
Pero, ya bajo el Imperio romano, se les confunde con las Nereidas, las cincuenta hijas de Nereo, dios marino, y de Doris, descendiente del titán Océano.
Las bellas Nereidas son las ninfas del mar y por lo tanto no es sorprendente que hayan sido tomadas por sirenas, también figuras marinas...

Sea como sea, esta leyenda, nacida de la mitología griega y transmitida a través de los siglos, permanece durante mucho tiempo vivaz y continúa asediando la imaginación de los navegantes del mundo entero.
Las sirenas a través de los tiempos
Aunque las sirenas nacieron de la imaginación de los poetas griegos antiguos, la tradición que éstas inspiraron se transformó y se desarrolló con el paso del tiempo, particularmente bajo la influencia del folklore nórdico.

La mitología nórdica. Las leyendas irlandesas e inglesas hacen todas referencia a la presencia de sirenas a lo largo de sus costas, mientras que la mitología germánica las ve surgir de la espuma de las olas. La tradición bretona relata que Ahez, hija del rey Grallon, habría sido sumergida en las aguas por haber entregado la ciudad de Ys al diablo y a las olas, y se habría convertido en sirena. Saxo Grammaticus, un cronista de los siglos XII y XIII, describe por su parte el combate del rey danés Hadding, hijo de Gram, contra un monstruo acuático, mitad hombre, mitad pez.
Donde se pesca a un hombre-sirena. Las representaciones de sirenas se multiplican durante la Edad Media y se transforman en uno de los temas favoritos de decoración de los manuscritos. Hacia el año 1200, el cronista inglés Ralph de Coggeshall escribe: "Durante el siglo pasado, bajo el reinado del rey Enrique II, unos pescadores de Oxford capturaron en el Canal de la Mancha a un hombre desnudo, que nadaba con soltura bajo el agua. Encerrado durante varios días, éste se alimentó principalmente de pescado.
No pronunciaba la más mínima palabra, aun bajo las peores torturas. Devuelto al agua, rasgó la red que lo retenía y consiguió hacerse mar adentro. Después de un tiempo, volvió a la orilla y vivió durante dos meses entre la gente de Oxford antes de volver definitivamente a su elemento natural".
Las sirenas de Cristóbal Colón. Mientras se encuentra frente a las Antillas, el navegante genovés cree divisar tres de estas criaturas que bailan en el agua. Son feas y mudas, pero él descubre en su mirada una cierta "nostalgia de Grecia".
Un encuentro moderno. En 1869, en las Bahamas, seis hombres que se dirigen en canoa hacia una bahía divisan una sirena de deslumbrante belleza, con los cabellos azules flotando sobre sus hombros y las manos hendidas. Ésta emite unos grititos de sorpresa al ver a los marinos y desaparece poco después, sin dejar que se acerquen.
 La apariencia física de las sirenas evolucionó. En la época griega, eran representadas como seres alados, con cara humana y cuerpo de ave como lo prueban las diferentes vasijas griegas antiguas. Su transformación en criaturas mitad mujer, mitad pez, con la parte inferior recubierta de escamas, se remonta aparentemente a la Edad Media y a las leyendas celtas y germánicas. Pero, ya bajo el Imperio Romano, se las confunde con las Nereidas, las cincuenta hijas de Nereo, dios marino, y de Doris, descendiente del Titán Océano. Las bellas Nereidas, de las que hablaremos más adelante, son las ninfas del mar y por lo tanto no es sorprendente que se las haya asemejado a las sirenas, también figuras marinas...

 

A las sirenas se las describe con frecuencia asomándose a la superficie del agua, o sentadas en una roca, peinándose su largo y rubio cabello con una mano y un espejo en la otra. Posteriormente, las sirenas pasaron a ser consideradas divinidades del más allá, y se suponía que cantaban para los bienaventurados en las Islas Afortunadas. Fue así como pasaron a representar las armonías celestiales y es así como las dibujan en los ataúdes y sarcófagos.
   Aunque las sirenas nacieron de la imaginación de poetas griegos antiguos, la tradición que éstas inspiraron se transformó y se desarrolló con el paso del tiempo, particularmente bajo la influencia del folclor nórdico. La leyenda de las sirenas se popularizó rápidamente; se extendió por toda Europa y llegó incluso a territorios muy alejados, como la India, Rusia y Japón, pasando después a América. Algunas de las historias las representaban crueles, como la de Ulises, y otras las describían dulces y amorosas, como en el caso de Ondina, que según el relato apareció en la costa de Francia.
La mitología nórdica.- Las leyendas irlandesas e inglesas hacen todas referencia a la presencia  de sirenas a lo largo de sus costas, mientras que la mitología germánica las ve surgir de la espuma de las olas. La tradición bretona relata que Ahez, hija del rey Grallon, habría sido sumergida en las aguas por haber entregado la ciudad de Ys al diablo y a las olas, y se habría convertido en sirena. Saxo Grammaticus, un cronista de los siglos XII y XIII, describe por su parte el combate del rey danés Hadding, hijo de Gram, contra un monstruo acuático, mitad hombre, mitad pez.
 Se dice también que había sirenas en los lagos del norte de Europa. Ellas atraían a los viajeros, haciéndolos sucumbir con el encanto de su voz. Nadie volvía a ver al caminante.

 

miércoles, 23 de marzo de 2011

Cuento de una sirena

El viejo y el mar

- Yo conocí una sirena.


La voz del viejo sonaba firme a unos metros de mi lugar en la barra. Recorría con los ojos cada espacio del que le devolvía la mirada en silencio, casi vacío como estaba. Hablaba sin un claro interlocutor, como si su historia fuese para todos los que pudiésemos oírlo. Como si se contara a sí mismo su memoria, repasando una anécdota que no quería que la vejez y el alcohol hicieran caer en la inmensa nada cegadora del olvido.

- En realidad no es que la conociera... yo no fui quién llegó a conocerla. – se corrigió inmediatamente, arrepentido, tratando de ganarse con aquella honestidad repentina algo de confianza en su trasnochada audiencia.

A pesar de su aspecto descuidado, sus arrugas improvisando violentos relieves en su rostro y los ojos profundamente dolidos por la de los años, lo cierto es que el viejo no daba ni un poco de pena. No fue lástima lo que hizo que me acercara hasta él y que le pidiera al detrás de la barra que llenara la copa del anciano. Tal vez fuera sólo curiosidad. A ciertas horas en que la noche misma comienza a debilitarse en su imperio de oscuridad, cuando el cansancio nos apresa pero se niega a arrojarnos a través del portal de la almohada, una historia puede ser más que bienvenida. Me acomodé junto al viejo notando que no era el curioso que se había acercado de alguna manera para escucharlo mejor. Una pareja de borrachos sentados contra una pared se inclinaron al mismo tiempo hacia la barra, una muchacha sentada sobre su novio que dormía apoyado sobre la mesa también giró lentamente para prestar atención al anciano. Cuando se dio cuenta de que yo había visto su movimiento miró para otro lado pretendiendo no estar interesada. “Anda, abuelito, cuéntanos una buena historia” podríamos haberle dicho. Pero como era de esperarse todos escuchamos guardando silencio.

“El que la conoció fue un joven... no supe su nombre.– bajó los párpados lentamente un momento, como si buscara acomodar los recuerdos para contarlos de la mejor manera posible. – Fue en Mar . Cinco años atrás. Pasaba varias noches bebiendo mientras caminaba por la arena hasta que encontraba un buen lugar para descansar y disfrutar el mar y las estrellas... o hasta que me costaba mantenerme en pie y me tiraba donde pudiera. Creo que esta fue una de esas noches, acostado entre las rocas de una escollera. El mar estaba particularmente tranquilo aquella noche, las olas que golpeaban a un par de metros nomás de donde yo estaba echado apenas alcanzaban a salpicarme.

Primero no lo escuché llegar. Será que estaba demasiado inmerso en mis propios pensamientos o que... bueno, mis sentidos estaban algo dispersos, ustedes entienden. No sé cuánto tiempo llevaba ahí sentado cuando comenzó a silbar y me di cuenta de su presencia.

De repente dejó de silbar y se hizo un hermoso silencio de noche junto al mar, más que roto yo diría acompañado por el suave estallido de las olas contra las piedras. Me pareció sentir que el muchacho se acomodaba o tal vez daba unos pasos hacia la punta de la escollera, cuando una nueva melodía resonó en el aire. Esta vez no se trataba del muchacho y aunque el sonido se sentía como un canto lo extraño era que no sonaba realmente como si proveniera de una voz. Como si se tratara de un extraño instrumento que más que imitar la voz humana la realzara de algún modo, le agregara una mística única, un encanto irrepetible.

Sentí como si todo mi cuerpo se despertara de algún modo, ahí echado entre las sombras, como si cada fibra de mi ser me urgiera a levantarme y correr hacia el origen de aquella dorada melodía. Pero el alcohol en la sangre me dificultaba reaccionar así que intenté disfrutar quieto un rato más. Escuché entonces como el joven en cambio no se resistía al hechizo aquel y saltando de roca en roca avanzaba por la escollera. Aproveché el momento para enderezar un poco mi cuerpo contra una roca de manera tal que pude asomarme para mejor lo que ocurría.

En el otro extremo de la escollera alcancé a ver una figura acostada sobre una piedra. Parecía como si tuviera una parte de su cuerpo el agua. El joven se acercaba rápidamente cuando la canción llegó a su fin. Tuve que esforzarme un poco para entenderlo cuando comenzó a hablar:

- ¿Cómo hacés algo tan increíble? - el tono de su voz no se preocupaba en absoluto por ocultar su total fascinación.

La misteriosa figura no respondió entonces. De algún modo supe que estaba sonriendo. Me odié por no poder estar lo suficientemente cerca para contemplar esa sonrisa.

- ¿Cómo te llamás? - insistió el muchacho.

- ¿Es eso lo que te interesa de mí? ¿Saber mi nombre? - No hace falta que diga que la voz que sonó era la de una . Pero no una mujer cualquiera. Era la voz de la mujer. O algo más allá. Como si un sueño, un ideal, tomara forma entre las sombras y se corporizara en forma de un sonido, una palabra, un suspiro. Me estremecí en mi escondite, y si yo sentí eso a la distancia, mezclándose la voz con el ruido del mar y la suave brisa, no puedo entender cómo logró el joven mantenerse de pie y no caer sobre sus rodillas. Inmediatamente busqué la forma de acercarme un poco más, arrastrándome entre las sombras.

- No, no... claro que no. - se corrigió enseguida mientras daba un paso más hacia ella. - Es que quiero saberlo todo. Me preguntás qué me interesa, y después de haberte escuchado y viéndote ahora no puedo pensar en algo que no quiera conocer o compartir con vos.

Barato, muy barato, fue lo que sentí primero. Pero enseguida me di cuenta de que realmente sentía cada una de las palabras que decía. Y luego hasta sentí rabia de no ser yo el que estaba en su lugar, deseando que esas frases hubiesen salido de mi boca en lugar del aliento a vino que era todo lo que podía exhalar en ese momento, ese vino que sí había sido barato, muy barato.

- Hacía mucho que no cantaba... - dijo ella con voz suave, como si confesara un acto terrible. Y teniendo en cuenta la forma en que cantaba, había ciertamente algo de terrible en no hacerlo.

- ¿Por qué? - preguntó él, preocupado.

- No tenía ganas. No había nada que despertara mi espíritu a expresarse, y si él está dormido qué sentido tiene cantar..

- ¿Qué fue lo que te despertó esta noche entonces? ¿A quién le debo mi eterna gratitud?

- Tu rostro. Te vi y supe enseguida que te necesitaba, que mi cuerpo entero te deseaba.

Vamos, pensé entonces, no puede ser que sigas de pie. Arrodilláte de una vez. Pero eso no pasó. Todo lo que hizo fue dar un paso más hacia ella, que permanecía sentada sobre la última roca de la escollera, a un par de metros del muchacho. Aproveché aquel momento para acercarme un poco más, lentamente, y me acomodé una vez más entre unas piedras, oculto entre las sombras.

Y entonces la vi. (Cualquier cosa que intente decir para describir la perfección de su estará a años luz de hacerle justicia, así que no voy a pretender que puedo describirla. De todos modos no hay forma en que ustedes hubieran podido imaginarla. )

- Soy tuyo. - fue todo lo que pudo decir. Entonces comprendí que aunque se sostuviera de pie, todo su ser ya estaba tendido a los pies de aquella misteriosa figura.

Dio dos pasos más hacia ella que mientras tanto extendió sus brazos ansiando el contacto de ambos cuerpos, el encuentro de dos mundos urgidos de unirse. Cuando sus dedos llegaron a tocarse el muchacho finalmente se dejó caer de rodillas frente a ella. Los brazos de ambos se enlazaron buscando sus espaldas, enredándose en un abrazo tierno y pausado. Cuando sus labios se encontraron algo cambió en el aire. El mar comenzó a rugir al tiempo que un frío viento empezaba a soplar con fuerza sobre la playa y las olas se violentaban contra las rocas. No sólo el clima y el mar se habían transformado.

Fue un movimiento sutil, casi imperceptible, sin dudas imposible de notar para el muchacho que estaba completamente sumergido en aquel hechizo. La sirena bajó su mano derecha recorriendo el cuerpo del muchacho, se volvió hacia atrás donde la perdí de vista un momento para elevarse luego sosteniendo una roca entre sus dedos que lucían como garras a la frágil luz de la luna. Sin detener el beso aquel bajó entonces la roca sobre la cabeza del joven que cayó de costado, inmóvil, probablemente inconsciente.

En ese momento pude ver su nuevo rostro, los ojos inyectados de una furia amarillenta, los dientes como infinitas hileras de colmillos reflejando la luz. Y su voz que sonó en un grito de horror que me aturdió hasta obligarme a taparme los oídos. Un grito acompañado por el ruido de la roca cayendo una y otra vez sobre el cuerpo del joven hasta golpear y destrozar sus huesos, bañando la roca con sangre y trozos de carne desgarrada.

Aún con el estómago revuelto, tiritando por el frío y la repulsión, no pude quitarle los ojos de encima ni un segundo. Contemplé cada mínimo movimiento de su cuerpo, observé cómo se retorcía sobre el cadáver destrozado, como lo arrastraba hacia el mar enganchándolo en una roca semi-hundida, como luego volvía sobre la escollera y lamía con los ojos cerrados de placer cada pequeño charco de sangre, devorando esos pequeños trozos que había desparramado por las piedras.

Cuando terminó de limpiarlo todo, dio y serpenteó hasta zambullirse en el mar. Pensé que que eso había sido todo, pero antes de desaparecer volvió a la superficie una vez más y clavó sus ojos en el rincón donde yo estaba escondido. Me estremecí una vez más pero ya no por el espanto. Me di cuenta de que su rostro había vuelto a ser hermoso. Quise moverme, salir al descubierto, descubrirme convencido en mi necesidad de lanzarme hacia ella. Pero apenas moví un músculo la sirena sonrió y se sumergió por última vez llevando consigo el cadaver del muchacho.

El viento se detuvo en ese mismo instante pero puedo asegurarles que continué tiritando un largo rato más.”

El viejo le dio un sorbo a su trago.

- Esa es mi historia. – concluyó entonces.

La muchacha que había seguido su relato con atención llamó al mozo pidiéndole la cuenta y despertó a su novio. Los dos borrachos contra la pared se miraron y lanzaron una carcajada al únisono.

- Tuvo suerte, amigo. – le dije por lo bajo.

- ¿Suerte? ¡Ja! – rió burlonamente un segundo y luego permaneció quieto con la vista perdida al frente. – Si supieras cuántas noches volví a la escollera esperando que ella regresara a buscarme. Si lo supieras, muchacho...

Después sonrió con tristeza y bajó la vista, evidenciando un cansancio que iba más allá de la hora y la cantidad de recuerdos recobrados.

Pensé entonces que algunos tal vez prefieren morir por algo a lo que puedan llamar amor antes que acabar sufriendo el cansancio de estar vivo. Terminé mi trago sin decir una palabra. Y en silencio abandoné aquel lugar que sobrevivía inundado de nostalgias ajenas.

El mito de las Sirenas............

Las sirenas a diferencia de la costumbre popular, dentro de la tradición griega eran genios marinos, mitad mujeres y mitad aves. Su ascendencia no está clara. Según las versiones más comunes del mito, son hijas de Melpómene (musa de la tragedia) y de Aqueloo (dios del río homónimo y primogénito de los dioses-ríos). Pero otras versiones las hacen hijas de Aqueloo y Estérope, o Terpsícore (musa de la poesía y la danza) o también del dios Forcis. Según la versión de Libanio, nacieron de la sangre de Aqueloo, que fue derramada por Heracles (Hércules). La primera mención que se conoce de las Sirenas es en La Odisea, cuando Odiseo se enfrenta a su canto en el mar. Aquí aparecen sólo dos, pero otras tradiciones hablan de tres: Pisínoe (Parténope), Agláope (Leucosia), y Telxiepia (Ligia) o incluso de cuatro: Teles, Redne, Molpe, y Telxíope. De las sirenas se sabe que su especialidad era la música. Se cree que una tocaba la lira, otra cantaba y la otra tocaba la flauta. Para el poeta y mitógrafo Ovidio, las sirenas no siempre tuvieron esa forma, sino que en un principio eran mujeres muy hermosas compañeras de Perséfone (diosa del mundo subterráneo y compañera de Hades), antes de que fuera raptada por Hades. Cuando sucedió el secuestro, ellas le pidieron a los dioses que les dieran alas para poder ir en busca de su amiga. Otra versión dice que su transformación fue un castigo de Démeter por no defender a su hija de Hades e impedir el secuestro. También se dice que Afrodita les quitó su belleza, por que despreciaban las artes del amor. Hay una leyenda que cuenta que después de la metamorfosis, rivalizaron con las musas, y éstas muy ofendidas, las desplumaron y se coronaron con sus despojos. De acuerdo con el mito más difundido, vivían en una isla del Mediterráneo que tradicionalmente es ubicaba frente a la costa italiana meridional, más específicamente frente a la Isla de Sorrento y con la música que tocaban atraían a los marinos, que aturdidos por el sonido, perdían el control del barco que se estrellaba contra los arrecifes. Entonces las Sirenas devoraban a los imprudentes navegantes. Varios héroes pasaron por su isla incólumes, gracias a ardides o a la ayuda de algún dios. En el caso de los Argonautas, se cuenta que pasaron muy cerca de la isla de las sirenas, pero que Orfeo, que tenía fama de cantar maravillosamente (héroe griego) hizo uso de su talento con tanta armonía y tan melodiosamente, que no las escucharon por lo que se salvaron de su terrible destino. Butes (uno de los argonautas) no pudo soportar la tentación y se lanzó al mar, pero Afrodita lo rescató. De igual manera, Odiseo (Ulises), fecundo en ardides, cuando se iban acercando a la isla temida, por consejo de Circe, ordenó a sus hombres que se taparan los oídos con cera, y él que no podía con la curiosidad de escucharlas, se hizo amarrar al mástil, con orden de que pasara lo que pasara, no lo desataran. Al escuchar los cantos de las sirenas quiso soltarse pero sus compañeros no se lo permitieron. Cuenta la leyenda, que las sirenas devastadas por su fracaso, se lanzaron al mar y murieron ahogadas. Posteriormente, las sirenas pasaron a ser consideradas divinidades del más allá, y se suponía que cantaban para los bienaventurados en las Islas Afortunadas. Fue así como pasaron a representar las armonías celestiales y es así como las dibujan en los ataúdes y sarcófagos.











martes, 8 de marzo de 2011

El beso de la sirena de Andrea Camilleri:

El beso de la sirena de Andrea Camilleri:

Érase una vez, en una tierra junto al mar, una bellísima mujer llamada Maruzza Musumeci. Se decían muchas cosas de Maruzza, rumores a voces que quizás explicasen por qué a pesar de su belleza no había encontrado aún con quién casarse. Maruzza hablaba en griego con su abuela; no era una muchacha como las demás; parecía el personaje de una fábula; transmitía con sus ojos y su voz la perturbadora sabiduría que traen y llevan los siglos. Maruzza era una sirena.
Pero la historia comienza en realidad con Gnazio, que emigró a América y volvió a Vigàta tras veinticinco años de ausencia. En Nueva York trabajó como jardinero y, tras una caída desgraciada, decidió regresar a su Sicilia natal y comprar un trozo de tierra con un olivo milenario del que se había enamorado. Sólo le faltaba una mujer. Maruzza y Gnazio, la tierra y el mar, no vivieron una historia de amor imposible... como tantas otras. Primero fue la boda, después la familia y, año tras año, el milagro de conjurar lo que parecía contrario, para tantos irreconciliable.
Andrea Camilleri, el aclamado creador del comisario Montalbano, abandona el género negro para crear una obra que une magia y realidad y que rescata el mito de Ulises y el cuento de Andersen. Una historia plenamente contemporánea, que nos habla de cómo vivir con lo que nos resulta extraño, ajeno y contrario.
Editorial: Destino
Año publicación: 2010 (2008)
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Un libro bastante raro y algo confuso. Pueden prescindir de él con toda paz.

Camilleri (Sicilia, 1925) deja por un momento la novela de intriga para contar una fábula extraña y algo desconcertante. La historia sigue cánones realistas en su comienzo -un campesino vuelve a Sicilia tras años en Estados Unidos, se asienta y busca esposa- para pasar a terrenos mágicos cuando resulta que la bellísima Maruzza, la elegida, es una sirena. Entre la fantasía y el realismo mágico, se van sucediendo hechos incomprensibles que son aceptados por Gnazio por amor, y que condicionan una vida familiar intensa y de lo más original.

Camilleri combina varios ingredientes sin que quede muy claro dónde quiere ir a parar. Hay un insistente tono telúrico de amor a la tierra que, en el caso de Gnazio, se combina con una fuerte aprensión al mar, justo lo contrario de lo que ocurre a Maruzza. Ella, a su vez, combina necesidades que no son de este mundo con otras instintivas y primarias. El libro resulta así una celebración rendida y crudamente carnal de la belleza femenina. Homero (Ulises) y Christian Andersen (la sirenita) están muy presentes en el relato, dotándolo de un aire mítico que lo hace más llevadero. Los diálogos son breves y esenciales, llenos de sabiduría ancestral, refranes, frases hechas y conocimientos rurales del pueblo llano.

Como sugiere Camilleri en la nota final, a veces hay que "cerrar los ojos para ver las cosas encantadas, aquellas que normalmente, con los ojos abiertos, no se pueden ver". Este es el pacto que debe aceptar el lector de El beso de la sirena, para descubrir que lo imposible se hace realidad por el amor.
















Dia internacional de la mujer.

Disfrutemos este día maravilloso por la gran oportunidad que dios nos dio de ser "mujer" como el no podia estar en todos los lugares te creo a ti mujer, y no conforme con ser a su imagen y semejanza, te hizo muy resistente, inteligente, sensible, protectora, bonita, sexy....
FELIZ DIA!!!!!