El beso de la sirena de Andrea Camilleri:
Érase una vez, en una tierra junto al mar, una bellísima mujer llamada Maruzza Musumeci. Se decían muchas cosas de Maruzza, rumores a voces que quizás explicasen por qué a pesar de su belleza no había encontrado aún con quién casarse. Maruzza hablaba en griego con su abuela; no era una muchacha como las demás; parecía el personaje de una fábula; transmitía con sus ojos y su voz la perturbadora sabiduría que traen y llevan los siglos. Maruzza era una sirena.
Pero la historia comienza en realidad con Gnazio, que emigró a América y volvió a Vigàta tras veinticinco años de ausencia. En Nueva York trabajó como jardinero y, tras una caída desgraciada, decidió regresar a su Sicilia natal y comprar un trozo de tierra con un olivo milenario del que se había enamorado. Sólo le faltaba una mujer. Maruzza y Gnazio, la tierra y el mar, no vivieron una historia de amor imposible... como tantas otras. Primero fue la boda, después la familia y, año tras año, el milagro de conjurar lo que parecía contrario, para tantos irreconciliable.
Andrea Camilleri, el aclamado creador del comisario Montalbano, abandona el género negro para crear una obra que une magia y realidad y que rescata el mito de Ulises y el cuento de Andersen. Una historia plenamente contemporánea, que nos habla de cómo vivir con lo que nos resulta extraño, ajeno y contrario.
Pero la historia comienza en realidad con Gnazio, que emigró a América y volvió a Vigàta tras veinticinco años de ausencia. En Nueva York trabajó como jardinero y, tras una caída desgraciada, decidió regresar a su Sicilia natal y comprar un trozo de tierra con un olivo milenario del que se había enamorado. Sólo le faltaba una mujer. Maruzza y Gnazio, la tierra y el mar, no vivieron una historia de amor imposible... como tantas otras. Primero fue la boda, después la familia y, año tras año, el milagro de conjurar lo que parecía contrario, para tantos irreconciliable.
Andrea Camilleri, el aclamado creador del comisario Montalbano, abandona el género negro para crear una obra que une magia y realidad y que rescata el mito de Ulises y el cuento de Andersen. Una historia plenamente contemporánea, que nos habla de cómo vivir con lo que nos resulta extraño, ajeno y contrario.
Editorial: Destino
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Camilleri (Sicilia, 1925) deja por un momento la novela de intriga para contar una fábula extraña y algo desconcertante. La historia sigue cánones realistas en su comienzo -un campesino vuelve a Sicilia tras años en Estados Unidos, se asienta y busca esposa- para pasar a terrenos mágicos cuando resulta que la bellísima Maruzza, la elegida, es una sirena. Entre la fantasía y el realismo mágico, se van sucediendo hechos incomprensibles que son aceptados por Gnazio por amor, y que condicionan una vida familiar intensa y de lo más original.
Camilleri combina varios ingredientes sin que quede muy claro dónde quiere ir a parar. Hay un insistente tono telúrico de amor a la tierra que, en el caso de Gnazio, se combina con una fuerte aprensión al mar, justo lo contrario de lo que ocurre a Maruzza. Ella, a su vez, combina necesidades que no son de este mundo con otras instintivas y primarias. El libro resulta así una celebración rendida y crudamente carnal de la belleza femenina. Homero (Ulises) y Christian Andersen (la sirenita) están muy presentes en el relato, dotándolo de un aire mítico que lo hace más llevadero. Los diálogos son breves y esenciales, llenos de sabiduría ancestral, refranes, frases hechas y conocimientos rurales del pueblo llano.
Como sugiere Camilleri en la nota final, a veces hay que "cerrar los ojos para ver las cosas encantadas, aquellas que normalmente, con los ojos abiertos, no se pueden ver". Este es el pacto que debe aceptar el lector de El beso de la sirena, para descubrir que lo imposible se hace realidad por el amor.
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